El caso es que me he embarcado en una nueva aventura: Brasil. Estaré estudiando en IBMEC, un colegio de negocios de Rio de Janeiro durante el próximo semestre. Como no sabía cuales serían mis planes después del cuatrimestre de universidad decidí viajar un poco antes de empezar las clases en Febrero. ¿Y qué mejor manera de empezar que hacerlo con antiguos amigos en Fortaleza?
La primera semana ha ido rodada. Mucho calor (y digo calor y no sol porque un día casi nos ahogamos en una lluvia tropical), muchas playas y mucha fiesta. Pero esta vez os vengo a contar una anécdota del lunes pasado que anote en mi diario y me hizo reflexionar durante un par de días.
Llegamos a Beach Park, un parque de agua al lado de una playa de aguas cristalinas y arena blanca. Las vistas desde arriba de las atracciones son espectaculares, aunque he de admitir también que me dan algo de vértigo.
Me paso todo el día preguntándome si me atrevo a montar en insano, un tobogán blanco que parece venir del cielo. Probablemente el "ahora o nunca" es lo que me da coraje para subir los cuarenta metros. Mientras espero la fila me convenzo a mi misma de que lo peor que me puede pasar es que me mee encima. Aunque esto no ocurre, sí que estoy a punto de perder el bikini. Vuelvo a sentarme y allá voy!
Pasa tan rápido que apenas me da tiempo pensar o a tener miedo. Luego me doy cuenta de que eso es todo: 6 segundos de emoción compuestos por uno de duda a punto de tirarte, otro de pánico cuando tu espalda se despega del tobogán, dos disfrutando de la adrenalina y otros dos de agua en la cara a 100 km por hora. Incluso me monto otra vez!
Volvemos a casa y me voy contenta por haber afrontado uno de mis mayores miedos: las alturas. Así es como aprendo que es mejor lanzarse a arrepentirse con la duda de cómo podría haber sido. Porque... ¿y si se convirtiese en una de las mejores experiencias de tu vida?